martes, 12 de mayo de 2015

A NOMBRE DE  EL 
DIPUTADO DE LA JUVENTUD

PEDRO BOTELLO .... SIGUE!



UN COMENTARIO


CASI SE EXPLOTA LA BURBUJA
 DEL PLD

La burbuja del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) puede explotar en cualquier momento, los síntomas de su crisis interna son cada vez más visibles sobre todo la brecha que separa a los clanes de Leonel Fernández y Danilo Medina.
Para entender la crisis postcongreso Norge Botello que se ha desatado en el partido morado hay que penetrar el entramado del poder corporativo cubierto por la ideología de dominio absoluto que prima en su comité político.
Desde que Leonel Fernández, apoyado por Danilo Medina, derrotó a la vieja guardia boschista encabezada por Norge Botello, Euclides Gutiérrez Feliz y Franklin Almeyda a mediado de los años noventa, la correlación de fuerzas en ese partido había estado a favor de un reducido círculo de tecnócratas que se vio fortalecido con su ascenso al poder de la mano de Guaroa Liranzo, Bello Andino y la claque balaguerista que ha hecho del Estado su patrimonio particular.
Es así como la nomenclatura del PLD pasó a ser controlada por la nueva camada que Juan Bosch denunció en carta pública en 1990 como “pequeños burgueses con apetencias de poder y de dinero” que traicionaron los “principios” que le dieron sustento a su partido.
Leonel Fernández gobernó (1996-2000, 2004-2008, 2008-2012) en cierta medida al margen del PLD, lo que le permitió a Danilo Medina convertirse en el principal mediador entre el gobierno y los cuadros del partido. Aunque el poder nominal estaba en manos de Fernández, Medina constituyó no solamente su armador político y contenedor de la fuerza del partido, sino también en receptor de quejas, asignador de recursos y colocador de dirigentes morados en el tren gubernamental.
Mientras esto ocurría, el presidente Fernández se dedicó a lo que mejor sabe, promover el relato ficcional del Nueva York Chiquito, publicitar un progreso aspiracional que cautivaba a las capas medias urbanas y posicionar su figura en el mapa político internacional guiado por unas cuantas ideas extraídas de solapas de libros de autores de la jetset intelectual.
Así, los gobiernos peledeístas descansaron en la práctica en la arquitectura diseñada por Danilo Medina, tecnócrata de dudosa capacidad cuyo paso por la universidad le valió el título primero de ingeniero químico y luego de economista sin que nunca se conociera su postura frente a las distintas corrientes de pensamiento relacionadas con esas disciplinas del saber.
La plataforma con la cual el PLD se convirtió en un partido de masas fue diseñada por Danilo Medina teniendo entre sus objetivos el control partidario a través de su capacidad de llevar cuadros de su confianza a distintas posiciones del gobierno. Temístocles Montás como ideólogo de la política energética, Alejandrina Germán cabeza de la política educativa, Diandino Peña en obras públicas, Reinaldo Pared Pérez en política legislativa, Rafael Camilo en política económica, y así sucesivamente.
Debido a que Leonel Fernández se empecinó en continuar como el único personaje capaz de guiar la maquinaria peledeísta, Danilo Medina abandonó su puesto a mediados del segundo mandato de gobierno morado para dedicarse a su propio proyecto presidencial. Fernández entonces se vio obligado a hacerse cargo del barco abandonado a la deriva por su verdadero arquitecto y timonel.
Desde entonces comenzaron las grietas que fueron profundizándose en la medida en que pasaba el tiempo y que eran cubiertas por una simbiosis de intereses políticos y económicos derivados del ejercicio del poder gubernamental.
Un ejercicio que dejaba como resultados inmediatos las heridas y los contubernios del PEME, las nominillas, la derrota y desarticulación de los grupos de Jaime David Fernández Mirabal y José Tomás Pérez, los sometimientos judiciales de Diandino Peña, Ng Cortiñas, Simón Lizardo, Luis Ynchausti y Felix Bautista por “indelicadezas”, sobrevaloración de obras y malquerencias de la lucha interna por el reparto del pastel.
La burbuja morada devino en metro y rascacielos, tráfico de drogas y de personas, importaciones ilegales, contrabando, contratas grado a grado, delincuencia policial y reparto al margen de la ley de la fortuna de Baninter incluyendo importantes medios de comunicación.
Danilo Medina sabía que no sería fácil coronar su proyecto con un Leonel Fernández endiosado por los apologetas que se beneficiaban de su gobierno. Por eso, su estrategia se orientó a amarrar la nueva camada desafecta al leonelismo. De manera silenciosa articuló su plan hasta que aprovechó el momento en que el barco había encallado para lanzarse al ruedo en franco enfrentamiento con el conductor artificial.
De todos modos, Danilo Medina se vio en la obligación de negociar su ascenso a la candidatura presidencial valiéndose de sus viejas relaciones con la camarilla reformista. Tuvo que aceptar a Margarita Cedeño como su compañera de boleta a cambio de los fondos del erario para el montaje de su campaña, la más cara conocida en la historia política del país que condujo a un déficit fiscal de 205 mil millones de pesos.
El fondo de la negociación realizada en uno de los pisos de Fernández estuvo matizada por el blindaje legal que supuso no llevar a la justicia a quienes habían desfalcado el Estado. Es lo que se conoce como el “pacto de la impunidad” mediante el cual las fortunas robadas fueron protegidas del alcance de la justicia.
De esta manera fue creada la corporación peledeísta o como dice Cifuentes el “partido cartel” cuyo líder principal hacia afuera seguía siendo Leonel Fernández pero a lo interno de la organización había pasado al control de Medina y su nuevo grupo de poder.

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